Hay obras maestras que un día emanan, hierven, pululan un tiempo, se agotan… y finalmente se duermen, quedando en el olvido para los que las vivieron, y en el desconocimiento para los demás.
Yo tengo suerte porque conservo un tesoro. Y de vez en cuando lo rescato de la pila de cedés, lo conecto, lo escucho, lo disfruto. Me remueve las entrañas, me sacude desde los pies hasta el hipotálamo, me transporta al paraíso, y del paraíso al infierno, y del infierno al limbo, y otra vez al paraíso. Subo, bajo, floto, vuelo, caigo en picado, me sumerjo, tiemblo, me encojo, reviento, me corro de miedo y de placer a la vez.
Eso sólo lo produce algo sublime: una obra maestra.
Yo tengo suerte porque conservo un tesoro. Y de vez en cuando lo rescato de la pila de cedés, lo conecto, lo escucho, lo disfruto. Me remueve las entrañas, me sacude desde los pies hasta el hipotálamo, me transporta al paraíso, y del paraíso al infierno, y del infierno al limbo, y otra vez al paraíso. Subo, bajo, floto, vuelo, caigo en picado, me sumerjo, tiemblo, me encojo, reviento, me corro de miedo y de placer a la vez.
Eso sólo lo produce algo sublime: una obra maestra.
L’imperatore
Carlos Martín y Javier Corellano “Copi”.
Poesía-teatro y música.
Dos monstruos que gestaron algo grande.
Zaragoza 1997.
Ecosonic, Teatro del Temple, Azul rock café, Equinoccio.
Todo fue real, pero yo no lo vi.
Ahora l’imperatore duerme, y sólo puedo escuchar un recuerdo.
¡Que alguien lo resucite! ¡Quiero un orgasmo en directo!
Ahora l’imperatore duerme, y sólo puedo escuchar un recuerdo.
¡Que alguien lo resucite! ¡Quiero un orgasmo en directo!
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